viernes, 30 de agosto de 2013

"La manera más simple para el florecimiento del corazón es darse cuenta."

Florecer desde el corazón, darnos cuenta, conocernos o, mejor aún, auto-conocernos es quizá lo principal para una vida plena y eso puede ocurrir dentro de una relación de pareja, para que sea también una oportunidad de verte, conocerte, crecer y vivir plenamente.

Cuántas veces hemos dicho "Me siento triste porque mi pareja no me dice lo que espero" o también pensamos "Ya no es como antes, todo el romance se ha acabado, parece que fuera otra persona!" Y lo cierto es que la pareja, que supuestamente hace cosas que nos afectan sobremanera, no ha cambiado, siempre fue, ha sido y será la misma. 

Es costumbre estar enfocados hacia el exterior, se podría decir que estamos programados hacia el exterior desde que nacemos, alguien nos alimenta desde afuera, las muestras de cariño se reciben de afuera, estamos pendientes a recibir sonrisas de afuera, por ello la atención es usualmente dirigida al exterior, salvo que estemos con alguna dolencia e inclusive en ese momento la atención se concentrará solo en la zona afectada. Al estar en pareja, la atención se vuelca en él o ella, por lo que esperamos algo, formamos expectativas que a la larga no se materializan, ocasionándonos frustración. 

La atención prioritaria debe ser para nosotros pero, por el contrario, siempre estamos pendientes de lo que pasa afuera y en consecuencia, esperamos que la atención venga de afuera. No hemos aprendido a llevar la atención a nosotros mismos, ni a tomar conciencia de nuestro cuerpo por ejemplo, mucho menos de lo que pasa en nuestra mente: nuestros pensamientos, ni de lo que sentimos: nuestras emociones. Darnos cuenta de lo que pasa, sí, darse cuenta de la persona que vive dentro de este cuerpo!

¿Cómo?
Te lo cuento en un próximo post.
Recuerda que primero debes hacerte bien a ti, para poder amar a tu prójimo como a ti mismo. 




miércoles, 7 de agosto de 2013

SABORES Y AROMAS, AMORES Y PERSONAS.

Me gusta cocinar, yo diría que me encanta cocinar y cuando lo hago, combino aromas, sabores y pienso en todo lo que me llevó alguna vez a lidiar con las ollas, cucharones y espumaderas.  Al principio fue una necesidad: mi mamá era de la sierra y es costumbre que todas las hijas mujeres guisen, laboren la tierra, traigan agua, hagan pan, den de comer a los animales, bueno, al menos mi mamá solo me hizo cocinar, primero porque no teníamos la asistencia de una empleada del hogar, luego porque mis hermanos iban naciendo, se necesitaba mano de obra para atender la casa y finalmente, me fue encantando esa magia de hacer de unos cuantos vegetales, un plato sabroso para deleite de mis seres queridos.
Hoy el tiempo ha pasado, mis guisos han tenido distintos catadores, he guisado en mi casa y en los lugares que he considerado transitoriamente mi casa, acá en Perú y en el extranjero. Cada ingrediente tiene su razón de ser, de existir, cuando se combinan hacen una fiesta para los paladares, sus aromas y las combinaciones que se pueden lograr son infinitas.
Y así mismo pasa con la vida, cada ser llega con un sabor y aroma únicos, aportan, dan lo mejor para obtener un resultado. Inclusive cuando esconden su aroma y sabor verdaderos también contribuyen con un conocimiento, el conocimiento personal de uno mismo, de la forma cómo interactuamos con otros podemos saber si somos capaces de hacer de esta vida un picnic o un compartir.
Pero siempre, siempre habrá un efecto: la mesa estará servida y con ello la alternativa de cada cual a consumir hasta el último bocado de este banquete llamado vida.
Disfruta a plenitud de todo!